
El concepto de «dolor social» es una realidad compleja que afecta a la salud mental y emocional de las personas. Se define como una experiencia emocional desagradable que se desencadena cuando un individuo se siente excluido o rechazado por otros con quienes desea establecer una relación. Este tipo de dolor puede ser tan intenso como el dolor físico y se procesa en las mismas áreas cerebrales que el dolor físico en su dimensión afectiva.
El dolor social incluye experiencias de soledad, ostracismo, duelo, pérdida, rechazo, conflictos interpersonales y retroalimentación social negativa. Estas situaciones pueden provocar un sufrimiento profundo y tener un impacto significativo en la calidad de vida de una persona. Además, el dolor social puede revivirse mentalmente, lo que significa que el sufrimiento puede persistir incluso después de que la situación conflictiva haya terminado.
Las investigaciones en el campo de las neurociencias han permitido identificar vías neuronales subyacentes compartidas entre el dolor social y el dolor físico. Esto sugiere que nuestras respuestas a la exclusión social y al rechazo están arraigadas en mecanismos biológicos fundamentales que originalmente evolucionaron para procesar el dolor físico.
Es importante reconocer y abordar el dolor social, ya que puede ser una fuente de estrés crónico y tener consecuencias a largo plazo en la salud mental. Los profesionales de la salud deben considerar tanto el dolor físico como el social al tratar a pacientes, especialmente aquellos que sufren de dolor crónico, ya que la confluencia de ambos tipos de dolor puede complicar y aumentar la presión que ejercen ambos estresores por separado.
El dolor social es un fenómeno que merece atención y comprensión. Reconocer su existencia y su impacto es el primer paso para desarrollar estrategias efectivas de apoyo y tratamiento para aquellos que lo experimentan.