
¿Te has preguntado alguna vez cuál es tu esencia y tu propósito de vida? ¿Sientes que hay algo más que hacer en este mundo que lo que haces ahora? ¿Te gustaría conectar con tu verdadero yo y vivir de acuerdo a tus valores y pasiones?
Te voy a compartir algunos consejos para que puedas conectar con tu esencia y tu propósito de vida, y así vivir una vida más plena, auténtica y feliz.
Lo primero que tienes que hacer es conocerte a ti mismo. Esto implica reflexionar sobre quién eres, qué te gusta, qué te disgusta, qué te motiva, qué te frustra, qué te hace feliz, qué te hace sufrir, qué valores tienes, qué sueños tienes, qué talentos tienes, entre otras. Puedes hacerlo mediante ejercicios de escritura, meditación, terapia, coaching o cualquier otra herramienta que te ayude a profundizar en tu autoconocimiento.
Lo segundo que tienes que hacer es descubrir tu propósito de vida. Esto es lo que le da sentido a tu existencia, lo que te hace levantarte cada mañana con ilusión, lo que te hace sentir que estás aportando algo al mundo. Para encontrar tu propósito de vida puedes hacerte las siguientes preguntas: ¿Qué es lo que más disfruto hacer? ¿Qué es lo que mejor sé hacer? ¿Qué es lo que el mundo necesita? ¿Qué es lo que me pagan por hacer? La intersección de estas cuatro preguntas es lo que se conoce como el ikigai, un concepto japonés que significa «razón de ser».
Lo tercero que tienes que hacer es alinear tu vida con tu propósito. Esto significa tomar decisiones coherentes con tu esencia y tu propósito, y actuar en consecuencia. Puede implicar cambiar de trabajo, de hábitos, de relaciones o de lugar de residencia. No se trata de hacer cambios radicales de la noche a la mañana, sino de ir dando pasos pequeños pero firmes hacia la vida que deseas. También se trata de disfrutar del camino y no solo del destino, y de ser flexible y adaptable ante los imprevistos.
Conectar con tu esencia y tu propósito de vida no es algo que se logre de una vez por todas, sino que es un proceso continuo de aprendizaje y crecimiento personal. Requiere de voluntad, compromiso, paciencia y amor propio. Pero vale la pena, porque te permite vivir una vida más auténtica, plena y feliz.